LO CUANTITATIVO Y LO CUALITATIVO: MÉTODO ETNOGRÁFICO
Ponencia presentada por el Dr. Dafnis Antonio Domínguez, dafnis@gmail.com Profesor de la Universidad Nacional Experimental Simón Rodríguez (UNESR), en el Marco del conversatorio con los Doctorantes en Ciencias Gerenciales, efectuado en la UNEFA Sede San Felipe, el 09/06/2011. (Cortesía del Equipo de Doctorantes organizadores del evento: Eylett Castillo - Jhaiker Escudero - Rosana Oliveros)
El interés por la investigación condujo a muchos investigadores a una preocupación por la investigación etnográfica. Sin embargo, mucha de la utilización de la etnografía aplicada parece adolecer de una reflexión más rigurosa acerca de las premisas ontológicas y epistemológicas subyacentes en los enfoques que inicialmente caracterizaron a la etnografía, principalmente de los trabajos pioneros que tuvieron lugar en el campo de la investigación antropológica y sociológica. En verdad, diversos estudios etnográficos no hicieron sino extrapolar algunos de los supuestos fundamentales de este tipo de investigación etnográfica, que fueron implantados en cierta forma de un modo acrítico.
El persistente empeño que, como parte del influjo de la modernidad, se coloca en el estudio de la realidad social a través de la investigación empírica y objetiva, surge del hecho de considerar a la realidad como un mundo dado, preexistente y, por lo tanto más allá o trascendente de las distinciones del observador. Trascendente significa que trasciende las distinciones del observador. Una realidad presumida como dato, que luego es susceptible de ser percibido por los sentidos (Glaser y Strauss, Taylor y Bogdam, Woods, Goetz y Le Comte). No obstante, una parte bastante considerable de lo que consideramos datos de los sentidos, no son sino construcciones mentales. De hecho, casi todo lo que comúnmente denominamos percepción, no son más que interpretaciones, que a su vez constituye construcciones sociales. Entonces no es –como se piensa– que basta con cuestionar la pretensión, más o menos extendida en la investigación positivista, de estudiar la realidad social prescindiendo del contexto social y cultural, para asegurar una ruptura con el positivismo y el pensamiento mecanicista. Porque lo cierto es que, aún incorporando el contexto en la investigación social, aceptando incluso que el significado lo confiere el contexto, mientras sigamos considerando la realidad como datos trascendentes, se seguirá concibiendo a la investigación etnográfica básicamente como selección y organización de datos trascendentes, y no lograríamos superar el mito de lo dado, ni el fundamento de una ontología trascendente.
La interpretación no puede estar desvinculada de la investigación etnográfica (Geertz, Wolcott). En fin de cuentas, no tenemos otro modo mejor para comprender la realidad social, sino a través de la esfera interpretativa. La importancia que esto tiene es crucial, no sólo en sentido epistemológico, sino además en términos ontológicos. De este modo, la interpretación aparte de permitirnos comprender la naturaleza del saber (su perspectiva epistemológica), también nos da cuenta de la realidad del ser (su perspectiva ontológica). En consecuencia, la interpretación no constituye un componente que se añade con posterioridad a la realidad, sino que la interpretación constituye en sí misma un rasgo inmanente de la realidad, y por ello entonces una ontología constitutiva.
De cualquiera de los dos fundamentos que se parta, sea de una ontología trascendente o de una ontología constitutiva, un observador puede distinguir una dimensión superficial y externa de la realidad, y también una dimensión interior y profunda. Los eventos que pertenecen a la dimensión externa pueden ser investigados mediante diseños experimentales y análisis empíricos, esto es posible en virtud de que lo externo puede ser visto, y por eso este tipo de investigación se refiere a sujetos contemplando objetos. No puede llegar más allá de un imperturbable monólogo con objetos y a lo único que de hecho puede conducir, es a su descripción. La dimensión interna, en cambio, no se puede ver. Sólo podemos acceder a la interioridad a través de la introspección y la interpretación. Y su investigación requiere sujetos –no contemplando– sino comprendiendo otros sujetos, no en monólogo sino mediante el diálogo. No se trata, por tanto, de un tipo de investigación externa sino interna, y los resultados no pueden ser tampoco descripciones sino interpretaciones. En este sentido, la aseveración comúnmente aceptada acerca de que la investigación etnográfica consiste en una descripción (Goetz y Le Comte, Bernard, Woods, Taylor y Bogdam, Mella, Kaplan, Aguirre, Martínez, Rusque, Sandín, Colás, Álvarez-Gayou), pone de relieve cuál posición ontológica subyace en una afirmación como tal.
Por supuesto, un sujeto puede perfectamente contemplar a otros sujetos como objetos, y no hay razón para considerar que eso no sea una manera de investigación legítima. Lo que pasa es que cuando se trata de una investigación en la cual un sujeto investiga –con el propósito de comprender– a otros sujetos, porque está de acuerdo que dichos sujetos son poseedores de intencionalidad y significado, entonces la manera para investigar no puede ser el monólogo y la descripción, sino el diálogo y la interpretación. La descripción, desde este punto de vista, sólo puede ser monológica, en tanto que la interpretación necesariamente es dialógica. La descripción nos da cuenta de un aspecto: las superficialidades, mientras la interpretación nos informa acerca de las profundidades.
Tanto en ontología trascendente en la cual la realidad existente se supone independiente de las distinciones del observador, como en la ontología constitutiva en la cual la realidad se constituye mediante las distinciones del observador, en ambas ontologías se distingue una exterioridad que puede ser vista y descrita, así como también una interioridad que requiere ser interpretada. La interioridad constituye un rasgo intrínseco de la realidad social, la interpretación no puede ser algo que podamos incorporar después a la realidad, sino que la interpretación constituye un aspecto inherente de la propia interioridad, y esto significa que la interpretación se halla siempre desplegada en la realidad constituida o trascendente. Pero algunas investigaciones etnográficas, inspiradas en la perspectiva del monismo científico, terminan reduciendo todo el conocimiento «interpretativo» de la realidad social a un conocimiento interpretativo de exterioridades empíricas, y por eso no tiene reparo en considerar que el propósito de la etnografía, o al menos el más importante, sea la descripción.
Cuando se plantea, por ejemplo, que la investigación etnográfica persigue “retratar” la realidad (posiblemente por lo atractivo de la etimología del término, ethno: “lo otro”, pueblo u unidad social, y grafé descripción), sólo pueden estar considerando exterioridades, las únicas distinciones a las que podemos acceder a través de los sentidos. En efecto, las exterioridades son las únicas cuyos rasgos intrínsecos podrían ser retratados o fotografiados y, por lo mismo, objeto de diseños de investigación experimental.
Por otro lado, cuando se afirma que mucho de la realidad es interpretación, no quiere decir que todo sea interpretación. Este papel fundamental que juega la interpretación tampoco puede llevarnos al otro extremo de prescindir de la posibilidad de distinguir exterioridades, es decir, a una negación de la exterioridad. Existe exterioridad tanto que se considere que la realidad es trascendente o que se considere constitutiva, tal exterioridad es precisamente la que puede ser representada, analizada, retratada o fotografiada.
No toda realidad, en absoluto, puede ser una distinción social como interioridad; de hecho, la realidad social como interioridad se constituye sobre la base de una realidad como exterioridad que le sirve de cimiento y que “gatilla” para que la propia realidad social se pueda constituir. Lo que plantea la ontología constitutiva es que nada de lo constituido es algo externo preexistente y trascendente, pero no niega la experiencia de una dimensión externa. De modo que sin la dimensión de exterioridad, la realidad social ni siquiera sería posible que emergiera, simplemente porque no habría nada que la “gatillara”. En este sentido resulta elocuente el título de un difundido libro de John Searle «La construcción de la realidad social» que parece oponerse a la idea de una construcción social de la realidad. Dicho en pocas palabras, para un observador, existe una distinción de exterioridad que se puede retratar y describir, y existe una distinción de interioridad que sólo se puede interpretar.
Hay un tipo de reduccionismo más sutil que aunque admite una realidad sin preexistencia considera que, una vez que la realidad emerge, ésta puede ser descrita y analizada. Esta manera de objetivación de la dimensión de interioridad de la realidad, parece más un subterfugio para reintroducir realidades que existen independientemente del observador; un mundo que no es interpretación sino descripción, que no es construcción social, sino una realidad representacional y, por lo tanto, susceptible de ser descrita, por resultar igual para todos los observadores. Como podemos apreciar, no es lo mismo un mundo descrito que un mundo interpretado. La realidad descrita, existe sólo como exterioridad y es siempre igual para cualquier observador; podemos salir a su encuentro, analizarla y someterla a hipótesis. El mundo interpretado, en cambio, no está fuera sino dentro del observador, es un mundo compartido intersubjetivamente y al cual sólo podemos tener acceso hermenéutico.
Como proceso empírico, podemos estudiar la realidad social a través del monólogo. Pero si lo que queremos es comprender el significado de las interioridades y los sucesos internos de la realidad social, sólo podemos conseguirlo mediante la interpretación. Únicamente por medio de investigaciones intersubjetivas y a través del diálogo, podemos comprender los significados de estos procesos internos y profundidades simbólicas de la realidad social.
También se ha dicho, en mucha de la literatura asociada con el enfoque cualitativo, que la investigación etnográfica es holista (Goetz y Le Comte, Woods, Córdova, Sandín, Mella, Álvarez-Gayou, Colás). Sin embargo, el holismo es igualmente monológico. El problema no es que la investigación etnográfica trascienda lo atomístico, lo newtoniano, o lo individualista. El problema es que, si decimos que es holista, seguimos –nos paresca o no– reproduciendo la etnografía como una modalidad de investigación monológica, excluyendo la perspectiva hermenéutica. Porque el modelo de investigación monológica, como se ha dicho, parte de una fundamentación ontológica trascendente. De modo pues que el holismo parte de la misma orientación ontológica y del mismo dominio de una «realidad trascendente» de la investigación monológica.
La modalidad de investigación holista, considera al mundo como una red holística de procesos interrelacionados, pero en el fondo no hace sino objetivar al intercambio intersubjetivo y al ámbito subjetivo, desconociendo la distinción de la dimensión de interioridad y profundidad que tiene la realidad. De esta manera el holismo termina prácticamente colonizando los dominios de lo subjetivo e intersubjetivo, de la introspección y la interpretación.
Cuando la realidad social es asumida como algo dado, los sujetos investigan objetos, con los cuales sólo se puede dar intercambio verbal, pero nunca interacción. En cambio, cuando la realidad no está predeterminada y el significado depende del contexto, encontramos a unos sujetos tratando de comprender a otros sujetos, y esta mutua influencia es la que se conoce como reflexividad, en oposición a la reflexión, que es lo que se puede producir cuando un sujeto contempla objetos. Por tanto, si el investigador, en aras de «evitar proyectar conceptos en la realidad que conoce», no se incorpora al círculo interpretativo, como algunas corrientes etnográficas aconsejan, si el investigador para no «contaminar» no participa en este círculo intersubjetivo, entonces puede haber cualquier cosa, pero nunca reflexividad.
Como parece obvio, la etnografía no es un término unívoco. Puede ser asumida como una variante del enfoque cuantitativo o como un método inherente al enfoque de investigación cualitativo. En consecuencia, para que podamos considerar a la etnografía dentro del enfoque cualitativo debe ser coherente, más que con los procedimientos o supuestos metódicos, con las premisas básicas del enfoque propiamente cualitativo. Requiere, al menos, una fundamentación ontológica constitutiva en lugar de trascendente, apoyada en una epistemología que interpreta interioridades, con un diseño de investigación que aún cuando flexiblemente construido tenga rigor científico pero sin la rigidez de los diseños a priori de la investigación experimental, con énfasis en los procesos internos y la dimensión intersubjetiva de la realidad social, basada en la reflexividad en lugar de la reflexión del investigador, capaz de privilegiar lo generativo más que lo verificativo. Una etnografía, en fin, que reivindique la memoria colectiva y no la estadística, que presuma la interacción de seres humanos más que el estudio de poblaciones, con un lenguaje en primera persona (Nosotros) y no de tercera persona (Ellos), y que se legitime a través de la interioridad de la realidad social y no en la exterioridad de su procedimiento.
Bibliografía
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Álvarez-Gayou, J. (2003). Cómo hacer investigación cualitativa. México, D.F. México: Paidós. p. 78.
Córdova, V., González, M., Bermúdez L. (1997). Realidad y Sujeto. Caracas, Venezuela: UNA. p. 37.
Colás, M. (1997). Enfoques en la metodología cualitativa: sus prácticas de investigación. En Buendía, L., Colás, P., Hernández, F. Métodos de investigación en psicopedagogía. Madrid, España: McGraw-Hill. pp. 226, 233-234.
Geertz, C. (1990). La interpretación de las culturas. Barcelona, España: Gedisa. p. 20.
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Kaplan, D. Manners R. (1979). Introducción crítica a la teoría antropológica. México D.F., México: Nueva Imagen. p. 301.
Martínez, M. (1996). La investigación cualitativa etnográfica en educación. México D.F., México: Trillas. p. 29.
Rusque, A. (2001). De la diversidad a la unidad en la investigación cualitativa. Caracas, Venezuela: Vadell Hermanos. p. 55.
Sandín, M. (2003). Investigación cualitativa en educación. Madrid, España: McGraw-Hill. p. 160.
Taylor, S. Bogdan, R. (1992). Introducción a los métodos cualitativos de investigación. Barcelona, España: Paidós. pp. 153, 155.
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